Los personajes de estas historias son ustedes con sus nombres y sus calles. Respirarán el olor de la noche, alientos viciados y cigarrillos pisoteados. Estas historias hablan de una ciudad destrozada y de amores que no nos pertenecen. Acá hay rock y ausencia de dios. Los límites entre la realidad y el delirio se viven con sudor. Estas historias son fruto del derrape, de la soledad, del insomnio.
martes, 25 de diciembre de 2012
Me das miedo...
Me das miedo. Me da miedo tu antropofagia, esa pulsión tuya de comerte tipos y de escupir los huesos por la ventana. No quiero ser tu merienda en algún otoño. No quiero estar atado a tus caprichos ni a tus chifladuras hiperbólicas, hipondríacas, mito-condríacas, superbólicas y anabólicas. Tu proceder me da la pauta de que puedo llegar a ser como una barrita de cereal, como un caramelo masticable, como una bolsita de preliné (o como se escriba), como un turrón Misky al que te devorás y luego tirás, como si nada, la bolsita en la calle. Me da miedo pasar como una ráfaga en tu vida sin dejarte nada (o dejándolo todo).
Me das miedo. Me da terror tu compulsión consumista de amores equivocados donde los hombres somos un cajón de naranjas que partís, chupás, exprimís y deshechas hasta encontrar la mitad adecuada. Tengo miedo de ser la mitad reseca y flaca de una naranjita tirada a la basura.
Me das miedo, sabelo.
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