lunes, 12 de marzo de 2012

En el estadio no había mucha gente...



En el estadio no había mucha gente.
Viejos rockeros, periodistas
y pendejos a cococho
ocupaban las largas galerías.
Vos me dirás que es una garcha,
que Ian Gillan está hecho ocote,
que Steve Morse no toca como Blackmore,
y yo te digo que me chupes un huevo.
La acomodadora por poco no me dice
que me tengo que sentar en el techo;
le digo que si, que ahí voy,
y me siento lo más cerquita que puedo
del escenario.
Las luces se apagan y "Highway Star"
hace detonar el estadio.
La locura de la gente,
las luces quemadoras,
un sonido más potente
que tu hermana,
"Lazy", "Space Truckin'",
"Rapture Of The Deep",
"Strange Kind Of Woman".
Revoleo mi cabeza extasiado de tanto rock
y de vez en cuando baño a alguien
con mi vaso de cerveza.
De repente, entre la oscuridad
y las luces del escenario,
la rubia tetuda se me sienta al lado 
con un vaso de porrón.
Esa musculosita a rayas,
Dios…
el flequillo 
y cómo baila sentadita al lado mío
mientras las gomas
boing-boing
se sandunguean al tiempo de los golpes de
Ian Paice.
Le convido un cigarrillo y me sonríe
con los ojos azules bien brillantes.
Cuando lo va a prender
se le cae
y se agacha en la oscuridad para buscarlo,
y no agarró el cigarrillo
sino este cubanito de tiento.
Epa. Yo cantaba los temas haciéndome
el dolobu mal
mientras ella...
Ay... 
De repente se levantó y se fue
saltando con el orto bien parado.
"Smoke On The Water", "Hush",
"Black Night"... Fin.
La lluvia producía emanaciones de humo 
sobre mi cuerpo hirviendo,
parecía un fitito recalentado.
Me subo al bondi tratando 
de no empalar a nadie,
pero la noche estaba out:
el hijo de mil putas del colectivero
no me recibió la plata y, encima,
iba escuchando Ulises Bueno.

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