lunes, 12 de marzo de 2012

Las nubes se arrastran en el horizonte mediocre...



Las nubes se arrastran en el horizonte mediocre
que pueden alcanzar mis ojos.
La tarde se agazapa y la noche
espera tirar un zarpazo,
gato negro cubierto de lentejuelas.
Las bocinas y el cemento quedaron atrás,
tapados por una ducha tibia
y el placer de los mates amargos
o de un whisky doble con hielo.
El viento sacude mi ventana
y las ganas de acariciar tu pelo
y besar tu cuello con la ternura que un padre
besaría a su hijo antes de dormir.
Pero tus ojos están sumergidos en la 
profundidad de esa tormenta lejana,
y no se me permite clavar mis pupilas
en las tuyas
y bañarme en el iris místico
de tus candelas.
Y si en la radio suena Spinetta,
Johnny Cash, George Harrison, 
Jeff Buckley, Nick Drake,
Pearl Jam, Pez 
y Manal,
es imposible no extrañar tus pestañas
de hada nocturna
y tus pies descalzos
como una Venus de Botticelli
doméstica y etérea.
Y tu aliento se confunde
con el perfume de los limones 
recién cortados
en un mar de tequila y sal.
Las nubes de mierda giran lejos,
danzan en un ritual pagano y egoísta
mostrando su pomposidad inerte
frente a la sequía de la tierra
y de nuestros corazones resquebrajados.
Si pudiera echarle la culpa a alguien
de no poder dormir con vos
acariciando tus tetas blancas y hermosas
como dos islas flotantes,
y sin poder apoyarme en la porosidad
de tu espalda
ni en las tibias carnes de tu cola suave
como la piel de un durazno,
le echaría la culpa a Dios.
Dios es la entidad abstracta 
más hija de puta que existe:
se atribuye las maravillas de este mundo
pero no los dolores, las derrotas
y las soledades infernales
que en ese Cielo de mentira
sólo son un pasado cóncavo
entre pompas de algodón.
Y si con mi boca recorriera tu cuello
olería en tu piel el perfume de la
tierra mojada
y sería tu boca un manantial de
licores jamás encontrado,
mordiendo tus labios de fruta madura,
encontrándonos y reconociéndonos
en la textura y en el sabor de
nuestras lenguas juguetonas.
Pero las primeras gotas caen
y la tarde se hace agua
en el aljibe oscuro de tus ojos,
gato negro
cubierto de lentejuelas.

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