domingo, 11 de marzo de 2012

Saboreo las tardes y las noches al igual...


Saboreo las tardes y las noches al igual que los mates amargos y la cerveza negra sumido en mi covacha, mi búnker, o perdido en calles oscuras con veredas de cordones desatados. Pero siempre el ardor del deseo se funde con un poco del vinagre de la melancolía y produce llagas ácidas imposibles de curar, y Sabina le pone un poco de morbo a mis fantasías irresueltas. Es decir, vos... ese fantasma tuyo que me acompaña a todos lados (porque no sos vos, es tu fantasma) no me deja tranquilo, no me deja desenvolverme libremente en sociedad como un tipo de ventipico de años que soy sin ese enfermizo pensamiento de estar cagándote, engañándote, sintiéndome culpable por un delito que no voy a cometer, y que si lo cometiera, no sería un delito porque es algo que corre pos las oscuras venas de la moral y de los sentimientos, aunque los sentimientos no son oscuros salvo si se trata de jugar con sentimientos ajenos. Pero eso a vos mucho no te importó, ¿o sí? Y yo acá me atraganto con libros y con discos buscando en páginas perdidas el sabor de tus besos dulces como la Caña Legui, pero el sabor se torna amargo, como los mates, cuando pienso que podría hacer cualquier cosa con tal de ir a buscarte y comerte la boca de un mordiscos que vos me vas a responder con un cachetazo de gillette. No me pidas que sea indulgente, sobre todo si miro pinturas de Klimt y escucho Iggy Pop y Leonard Cohen al mango; se me viene a la cabeza una atmósfera delirante de callejuelas oscuras con faroles tenues y nubes de tabaco flotando sobre las tejas grises, noches de penumbra encandilada como esas que vos y yo conocemos bien. Si habremos gastado nuestras suelas y nuestras pieles contra las calles, contra las paredes, contra colchones, autos y balcones... Y todavía puedo saborear el gusto de tus labios rellenos de Baileys, de Amarula, licor crema de amor y calentura mientras nuestros ojos eran cuatro agujeros negros absorbiendo toda la energía del universo. Y nuestra respiración agitada, los espasmos del deseo, de la carne incendiada bajo las ropas que comienzan a caer, y nuestras manos buscan y exploran más allá de lo desconocido, estados y sentidos alterados. El sabor y el perfume de tu piel, de tu aliento fresco como un río de deshielo, y tu piel es un desierto nocturno, tu espalda es playa abandonada con espumas y sal. El ocaso de tus ojos me lleva a perderme más y más adentro tuyo en explosiones cósmicas, en el vértice místico, lisérgico y vertiginoso que hay entre tus piernas. Y nos sujetamos fuerte para no caer en el vacío de nuestros deseos manipulados por el otro. Lo lúdico es la única pulsión vital, la risa, el manoteo, garras y zarpazos, somos dos leones cachorros descubriendo el mundo. Como dos naves espaciales quemándose en la atmósfera comenzamos a temblar y a desarmarnos ante el estallido de nuestros Condensadores de Flujo; las corazas arden y se desprenden en un viaje sin final. Y tu saliva se convierte en ajenjo, la borrachera es imparable. Tus labios-ventosa y el poder centrípeto de tu sexo suave como un mar de corales, como una laguna llena de peces de colores. Y la dulzura de tus pechos tiernos que se derriten en besos y en cada intento de no ahogarme en tus profundidades, esas tetas que son la simiente del mundo, el alimento místico de la creación. Y tu carita cubierta por el fuego de tu pelo revuelto, abundante e indomable que cae por las laderas de tu espada, esa playa abandonada que me lleva a los médanos de la arena más blanca y suave, tu culo y tus piernas hermosas me sostienen.
Pero el mate ya está frío y la cerveza está caliente, y sin Sabinas en la oreja salgo a derrapar, a perder aceite como un auto viejo en las turbias zanjas de galpones olvidados. 

Imagen: Dánae, del ilustrador Milo Manara sobre la idea original de Gustav Klimt.

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