viernes, 2 de marzo de 2012

Primavera.


Llega la primavera, esa estación del año
donde todos nos ponemos más pelotudos
que de costumbre.
Todo momento medianamente emotivo
es razón de llanto o de florería kitsch,
berreta, de plástico, de telenovela adolescente.
Es la estación donde el polen
es el autor de nuestros estornudos de mierda.
Primavera sin alcohol. Sin drogas. Sin sexo. Sin Rock and Roll.
Éso no es primavera, es un rejunte para monigotes mamertos
organizado por el Clero y la Policía
para lavarnos el cerebro mientras escuchamos en vivo
a La Banda de Carlitos y a Kapanga.
La llegada de la primavera es la excusa perfecta
para morfarse El Asado Del Año
con chinchulines, mollejas, chorizos, morcilla,
costillas, vacío y matambre de cerdo;
descorchar unas damajuanas y tomarse
treinta fernesazos y fumarse un churro
escuchando al palo Queens Of The Stone Age.
También para ir a Pétalos y bajarse un cajón
de Bock helada, como el pecho de Mestre.
O para irse a las sierras, clavarse unos choris
y volver un poco despejado
y otro poco drogado, pero felices.
La primavera también es estar con vos,
morderte la boca cada dos segundos
y deshojarte
petalito por petalito
hasta encontrar ese capullito
lleno de dulzura
y morder el tallo
de tus locuras
mientras florecemos
en esa fotosíntesis oscura
y elemental de nuestros cuerpos
y de nuestros jugos;
beber el rocío de tu piel de montaña
y ser nube en tus labios.
La primavera es cojer
y entregarse a la locura primitiva
de la lluvia.



21 de septiembre de 2011.

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