sábado, 17 de marzo de 2012

Atracción especular...



Atracción especular entre el mareo
de la cerveza mezclada con fernet
y el vértigo de la música
no enlatada
que llega a mis oídos apabullados
desde las sombras de la calle oscura
y las luces naranjas de la ciudad.
Zapatillas pisoteadas y cuerdas estiradas
entre miradas perdidas en las ropas
de toda esa gente
extasiada.
Ese manyín maguea puchos a lo loco.
La flaquita esa se hace la hermosa
e histeriquea
a todo el mundo.
La amistad se ve en los besos estampados
en el pico de cada porrón.
La trompeta suena con la sordina de las risas
nocturnas
mientras en el balcón los porros
se ven como luciérnagas rojas
danzarinas y timiduchas.
El jazz y las minitas hermosas
me ponen más pelotudo
que de costumbre,
y me dejo lobotomizar por la magia de la noche.
Los vasos de fernet y los eructos de la Coca
son las muecas más recurrentes,
y el baño es como un confesionario,
un reducto íntimo
para buscar la redención.
Todos estamos tan chupados
que a ninguno se le para.
Y las lágrimas que derrama el teclado
hacen patinar a unos cuantos que llegaron
sin las botas de goma.
Y el destapador de birras brilla a lo lejos 
sobre la barra opaca
llena de botellas marrones.
Y entre el pedo y la agitación
la cordura avasalla
como un jinete en la tormenta.
Pero la luz mala de un par de ojos 
me llevó por el caminito narcótico
de besos con sabor a vino
y piel con perfume a uva reseca,
a bodegas y a desierto;
por lomas de piel
con olor a fruta macerada.
Yo, zambullido en tus besos
de malbec, de cabernet sauvignon,
de pinot noir, de chardonnay,
de tempranillo, de semillón
y de chablís.
Pero la noche se prendió fuego
con ese sol de mierda
de las seis de la mañana
entre cuartetos mal cantados,
inspectores municipales
y taxis que poco saben
de besos con sabor a uva.

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