lunes, 2 de julio de 2012

Los claveles del aire...



Los claveles del aire y los pájaros tendidos de los cables forman pentagramas de una silenciosa música urbana. El frío de la ciudad me esconde detrás de polerones y gamulanes, pero el frío tuyo me hace huir detrás de libros polvorientos, de discos rayados y de bares oscuros. ¿Dónde puedo revolear esta tarde a la mierda, revolearla lejos, bien pero bien al carajo? No necesito tardes como esta, de gamulán y polerones, en las que vos y yo nos escarbábamos para encontrarnos uno en el otro, uno dentro de otro, huyendo de fríos infernales y regocijándonos en el calor de nuestras pieles, de nuestros labios, en las húmedas trincheras de nuestros cuerpos abandonados en el frío, como esas pobres trincheritas heladas de las Islas Malvinas, pocitos de agua helada, de pastos secos, de vientos salados. Salados como tu boca de conito 3'D, de galletita Rex, de Club Social. Y jugamos revolcados bajo la espesura de una frazada vieja, nos arañamos juguetones como dos cachorros de tigre, y nos mordemos como si nuestras bocas fueran rodajas de melón. Pero el frío de la tarde te hace ausente bajo mis frazadas viejas, ausente en mis libros de Cortázar, de Galeano, de Kerouac, de Bukowski, de Alen Ginsberg, de Enrique Symns, de Arlt, de Dostoievski. Y no te escucho en mis discos de Pink Floyd ni de Deep Purple, ni de Hendrix ni de Joplin, ni de The Doors ni en la pinchila del mono. Y ese pentagrama que se dibuja tras los vidrios mudos de mi ventana con notas lejanas de palomas, gorriones y claveles del aire tambalea tras la copa de los árboles muertos del otoño. Y yo sigo acá, con un mate frío atrás de gamulanes y polerones.

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