Güemes duerme una siesta húmeda y resacosa. Las
calles con lagañas esquivan a los transeúntes perdidos. En la plaza
seca del Paseo de las Artes los esqueletos de los puestos se oxidan
vacíos en la lluvia y en la soledad de los viejos paredones rosados. Los
choritos de Observatorio andan en moto y carterean a las minitas
donadas en la siesta de plomo; la cana duerme un sueño de merca, mates y
criollos. Estudiantes tapados en
apuntes y en cursillos de ingreso. Artesanos huyendo de la tormenta.
Borrachines buscando una botella marrón. Los mates y los Philip Morris
se funden en la calle mojada y en sus veredas resbaladizas. El bar
enciende sus luces y su cartelería es la única luz en esa cuadra
liberada. Agarro el destapador, mi única defensa. Quiero destapar birras
y descorchar vinos, y beber del pico el néctar borrabino de tus besos.
Llovemos.
Los personajes de estas historias son ustedes con sus nombres y sus calles. Respirarán el olor de la noche, alientos viciados y cigarrillos pisoteados. Estas historias hablan de una ciudad destrozada y de amores que no nos pertenecen. Acá hay rock y ausencia de dios. Los límites entre la realidad y el delirio se viven con sudor. Estas historias son fruto del derrape, de la soledad, del insomnio.
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Vi todo a vuelo de pájaro...
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