Tarde de calor insoportable, de Arnet y la
concha de tu madre, de pensar que no alcanza un mar de letras para
apagar el fuego de tus besos escurridizos, de la distancia infame y
sentir que dos segundos ante tu aura producen terremotos más grandes que
los de Japón. Fukushima mon amour. Los reactores de la paciencia y de
la neutralidad explotan en llamas y nubes verdes de plutonio y de uranio
enriquecido. La tarde caldeada en
transpiración y olor a chivos se va en nubarrones y en el ruido de la
pirotecnia del barrio. Y el olor de tu piel porosa impregnado en mis
noches y en mil atados de puchos y botellas de cerveza negra. Podría
gastarme el sueldo en ir a las putas, en derramarme en cavidades
extrañas para demostrar que soy un hombre superado y encontrar mi eje en
una buena bolsa de merca. Pero ¿de qué sirven esos labios y polvos de
cotillón si lo único que quiero es despertar con el perfume de tu
sonrisa?
"Ella viaja a mil, y mira hostil, y le importan cuatro mierdas si la vida tiene fin"*. Me alejo. Me alejo de tu indiferencia asesina, de tu canibalismo selecto, de tu memoria como un colador, de tus palabras de alpaca bañadas en plata.
Me voy.
"Ella viaja a mil, y mira hostil, y le importan cuatro mierdas si la vida tiene fin"*. Me alejo. Me alejo de tu indiferencia asesina, de tu canibalismo selecto, de tu memoria como un colador, de tus palabras de alpaca bañadas en plata.
Me voy.
*Canción "Tres", de la banda cordobesa Ole Blando!
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