miércoles, 10 de octubre de 2012

Parafraseando al gran poeta Vicente Luy...

Parafraseando al gran poeta Vicente Luy -el suicidado por la sociedad, cansado de tener la cara llena de puertas cerradas- puedo decir, sin dudas, que mi juventud es extraordinaria. Descubrí, amé y penetré lo que amé. Soy un ser espiritual alimentado a literatura y rock.
Estoy bañado en noches tatuadas, con bares y botellas de cerveza negra marcadas en la espalda. Con mochilas incansables de histo
rias, risas, amistades y amores inconclusos. Las suelas gastadas de tanto patinar. La mandíbula dura de tanto reír y de tanto llorar. Sesgado de adorar la mística del cuerpo amado, el único templo. Cayos en los dedos de apretar las cuerdas de guitarras desafinadas. Rulos enredados y ojos chinos por entregar el alma en la oscuridad impalpable de noches como aljibes. Residente de muchos barrios por elección. Amante de los paredones y de las casas abandonadas. Coleccionista de ácaros y estornudos, de libros, revistas y libros, de abrazos y de adioses. En mi currículum soy un ex. Contrabandista de mates y de criollitos, besador de tasas de café y devorador de pastas, pizzas y empanadas con vino tinto.
Amar la piel y lo que no se puede tocar.
Correr detrás del hilo ínfimo de un sueño que se escapa como un globo de helio. Desatar cordones y corpiños en la madrugada. El gesto vital de un jugo de naranjas recién exprimido o de un arroz blanco con salchichas.
Ser.
Ante todo, ser.

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